Centavos, paletas, honor y supervivencia

Eran las épocas del centavo. Cada uno valía tanto para el frijol, café, arroz, detergente, azúcar y pan. Lo único que se necesitaba.
Don Sergio Leal, el hombre de la paleta, el empresario dueño de las paletas y saborines de coco, fresa, vainilla, sandía, limón y otros tantos sabores y el esquimo, el manjar de los niños ricos.
Tenía dos tipos de carritos, el grande para los jovencitos de 10 años en adelante y el pequeño para los chicos de 5 años o más.
Para mí el carrito pequeño me quedaba grande a mis 5 años de edad, pero quería trabajar, llevar esos dignos centavos a casa era cosa de honor y supervivencia.
Eran los tiempos de un Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo, con su maldad a su medida. La ciudad hoy desaparecen a sus jóvenes como sí extraterrestres los llevarán a otro sitio del espacio. Y todos lo ven “normal”.
Los malvados de aquellos tiempos dormían en la cárcel a lado del palacio municipal. Señores que golpeaban a sus esposas o borrachos que ya no querían pagar al cantinero del Crí Crí, Cuarto Frío o Tenampa, cantinas de mala muerte de esa época, y los policías que “bolseaban” a los briagos para tener su extra y los políticos que se apoderaban de extensas tierras.
Los malvados de esa época también eran niños. Sufría sus golpizas y asaltos cuando en grupo llegaban 2 ó 3 veces a la semana y me los topaba en alguna de esas pocas calles de la ciudad tratando de evitarlos en vano y me quitaban las paletas y saborines del carrito de don Sergio Leal.
“Pedrito, Pedrito, te falta mucho dinero, hoy te faltan 3 pesotes”, decía ese hombre rudo pero comprensivo con acento norteño, don Sergio Leal, a quien siempre agradecí darme mi primera chamba.
-Mañana te los pago don Sergio, solo dame chance de seguir trabajando, esos niños grandes me vaciaron el carrito otra vez, decía, con el pómulo hinchado y la sangre 🩸 seca asomando en mi nariz.
-Bueno, te los apunto.
-A mi también me quitaron 5 pesos, decía mi hermano mayor…
Yo con cara de “qué”? No me dijo nada, está mintiendo mi hermano…
-Puros robos hoy entonces, si no cuidan sus ventas el negocio irá a la quiebra y les daré los carritos a otros niños más abusados, ándale confío en que ustedes no se dejarán robar…
-¿Por qué dijiste que te robaron si al que robaron fue a mí?
-Espera, Tito, ahora lo entenderás.
Enfrente de la paletería de don Sergio Leal estaba la tienda-panadería de don “Uz”. Fuimos ese anochecer, y mi hermano con sus 5 pesotes compró café, frijol, pan, azúcar y detergente, lo básico y lujo para una familia como nosotros que vivíamos en una casa sin piso y sin paredes, ahí por donde está ahora la Fiscalia General del Estado.
-Si le diera todo a don Sergio, mis tres pesos y los 5 pesos que le dije me quitaron no tendríamos todo esto…
-Pero eso no se debe hacer…
-Mañana que me lo descuente, lo importante es comer hoy!
A las 6 de la mañana había frío. Mis hermanos nacían en invierno. Y me dolía dejar la Playa, la Costa, donde todo el paraíso era nuestro. No había niños ladrones en la playa, bueno, algunas veces llegaban de otros lados y dormían en nuestra cabaña y se llevaban mis mejores juguetes que recogía en la playa, esos que traía el mar.
Esos inviernos y vivir en Felipe Carrillo Puerto, donde con el frío y vender paletas, pues no era la combinación que díganos pero era la única chamba.
Ahí se acercaba Óscar (cambio el nombre para no lastimar a su familia) con su grupito por donde vive don Chichito (avenida Lázaro Cardenas con calle 66) y pues a punto de entregar la venta del día me asaltaban los viernes.
(Hoy Óscar se que murió en un asalto en San Francisco, USA hace unos 23 años ).
Y ahí por donde está la tienda los Kerrech llegaba Gustavo (también cambió el nombre para no lastimar a su familia) justamente cuando pasaba y sonaba su bolsa diciendo que tenía mucho dinero y entonces accedía a destapar la tapa de acero inoxidable y que escogieran sus paletas y saborines. Después me tiraban sus tapitas de refresco y corrían burlándose y dejándome más deuda que pagaba en una semana con don Sergio Leal.
Gustavo supe que murió en un robo en Cancún hace 25 años.
A ellos los alcanzo sus propias decisiones, ni el karma ni nada.
Hace unos días encontré a don Sergio Leal. No envejece. Parece Chabelo.
Le recuerdo esas anécdotas y que siempre le pagué todos esos centavos que se volvían pesos y que desde niño quedamos a mano.
-Muchos ex alcaldes también vendieron paletas… me dice.
-¿y te pagaron bien las cuentas?
-Sonríe y se sonroja.
En 1991 le renté la oficina de dos pisos, esos pequeños cuartos que están en la 68 con 69 para la corresponsalía de Novedades de Quintana Roo. Estuve 5 años ahí trabajando de reportero y después pasaron otros empleados de ese periódico de Cancún cuando me fui por otros rumbos empresariales. Ahí estuvo la empresa rentando 15 años.
Construyó don Sergio su tienda sobre un cerro. Novedades SEY, la edad no perdona y al no poder subir escaleras bajó su tienda a lado y renta ese piso de 12 x 22. 20 negocios me recomendaron por una asesora que pedí me diera la lista para usar ese espacio.
-Don Sergio, cómprese un sillón cómodo, ese donde está no aguantaría yo una hora sentado. Hay muchos en Coopel.
Sonríe y me muestra uno de fierro e hilo de plástico. (Caray que incómodo).
Lo incómodo era que el hombre se levantara en la época de los 70 u ochenta en la madrugada con su chalán “El Siqui” a llenar y contar cada paleta y saborín en los carritos cuadrados y pesados que esperaban decenas de niños ansiosos que hacían cola para vender. Y cuando no les tocaba un carrito sus caras de infortunio que me dolían a mi también. También puse esa cara varias veces.
“El Siqui” lo atropelló un volquete de la SCT (SAHOP) en ese entonces frente a la casa de doña Teté, la madre de Pedro Salas, donde hoy está el monumento de Lázaro Cárdenas. Fue el primer muerto que vi. Iba a llenar los carritos de paleta. Solamente iba a un día más de trabajo. Pasé un día con el estómago revuelto por ver a un amigo esfumarse como la nube.
Un día descubrí él tirahule( resortera). Lo usaban los niños del vecindario para matar toloks, tortolitas y piches (lagartijas, pequeñas palomas y cuervos). Me lo puse en el cuello y escogía las mejores piedras.
Vendíamos pan de noche con un triciclo. No podía manejarlo. Mi hermano lo hacía. Pero sí sabía manejar mi resortera. Y cuando los malvados niños y no tan niños se acercaban a robar… toma pelaná, mi puntería los hacía llorar y jamás asaltarme otra vez.
Ya con resortera y con carrito de paleta adiós ladrones… ahora sí, me surtía a gusto en la tienda de don “Uz”, pan, pan francés, frijoles, arroz, azúcar, café, detergente y un jabón ahí para oler bien 😜.
Los quiero mucho y gracias por leerme. No cualquiera tiene tiempo de leer y leerme. Recuerda siempre encontrarme en noticiaspedrocanche en Google…upa son las 2:22 de la madrugada… buenos días !
*La defensa no es violencia, el asunto del tirahule*

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